3 modos de enfocar mal los problemas

3 modos de enfocar mal los problemas

Cuando tenemos problemas surge la necesidad de querer encontrar la manera para solucionarlos y si puede ser en el menor tiempo posible. Pero, ¿qué son los problemas? Los problemas pueden semejarse a callejones sin salida, situaciones al parecer insolubles, crisis. Son creados y mantenidos al enfocar mal las dificultades.

Y, ¿qué son las dificultades? Las dificultades corresponden a un estado de cosas indeseable. Una dificultad puede resolverse de dos maneras:

  • mediante algún acto de sentido común (por ejemplo, si tengo frío busco algo que me caliente) y para el cual no se precisan especiales capacidades para resolver problemas;
  • soportando, al menos durante cierto tiempo, una situación de la vida indeseable pero por lo general bastante corriente, y con respecto a la cual no existe solución conocida. 

En fin, existen tres modos de enfocar mal los problemas.
 

1) Las terribles simplificaciones

Sería intentar una solución negando que un problema lo sea en realidad. Es preciso actuar pero no se emprende tal acción. Se clasifica como una "terrible simplificación". La primera y principal razón para negar determinados problemas se debe probablemente a la necesidad de mantener una fachada social aceptable. De esta solución se derivan dos consecuencias:

  • el reconocimiento del problema es considerado como una manifestación de locura o de maldad;
  • el problema que exige un cambio se complica crecientemente por los problemas creados por el erróneo modo de abordarlo. 
     

2) El síndrome de la utopía

Se intenta un cambio para eliminar una dificultad que desde el punto de vista práctico es inmodificable o bien inexistente. Se emprende una acción cuando no se debería emprender. Este es el utópico que ve una solución donde no hay ninguna. El simplificador (1) y el utópico se esfuerzan por lograr un mundo sin problemas.

Utopía significa en ninguna parte. Si creemos que existe una solución última y definitiva a nuestros problemas, el comportamiento resultante se llama "síndrome de utopía". El utópico si no consigue su objetivo, este no lo atribuye a su índole utópica sino que hecha la culpa a la propia ineptitud. Por ejemplo: "mi vida debería ser rica y grata, pero estoy viviendo en la banalidad y el aburrimiento".

Huida, retraimiento, depresión, quizás suicidio son consecuencias de tal estado de ánimo. Con frecuencia hay abuso de alcohol o de drogas y las breves euforias que producen van inevitablemente seguidas por el retorno a una realidad aún más fría y más gris, retorno que hace más atractiva aún la "huida" existencial. 

Otra forma de utopía consiste en demorar el cambio. El eterno estudiante, el perfeccionista son ejemplos de viajeros que nunca terminan su viaje.

«Es mejor viajar colmado de esperanzas que llegar a puerto». Stevenson

La tercera variante del síndrome de utopía se define por una actitud moralista rígida. El sujeto está convencido de haber encontrado la verdad y con tal convicción asume la responsabilidad misionera de cambiar el mundo. Como Adler decía "el proyecto vital del neurótico exige categóricamente que si fracasa a de ser por culpa de otro, quedando el libre de responsabilidad personal". 
 

3) El juego sin fin

Se establece un "juego sin fin" cuando se intenta un cambio de nivel 1 en una situación que tan solo puede cambiarse a partir del nivel lógico inmediatamente superior, o bien se intenta un cambio de nivel 2 cuando resultaría adecuado un cambio de nivel 1. La acción es emprendida a un nivel equivocado. 

Justo esa dinamica es la que construye y mantiene vivo el problema fuente de malestar. El individuo intenta corregir el problema a través del sentido común (nivel 1) y aunque persista en aplicar la misma corrección, porque convencido de que antes o después conseguirá cambiar eso que le afecta, resultará ser un esfuerzo inútil, a veces perjudicial y probablemente fuente de frustración. 

Muchos problemas suelen ser de naturaleza paradójica o contradictoria (nivel 2). Por esa razón que buscar soluciones en un sentido contrario a lo razonable no quiere decir empeorar las cosas. Es más, podría ser un gesto, una acción tan sorprendete que activaría una serie de consecuencias inesperadas pero beneficiosa para al desbloqueo de la situación. 

 

Los conceptos que aparecen en este articulo ha sido extraídos del libro "Cambio" escrito por P. Watzlawick, J.H. Weakland y R. Fisch. 

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